martes, 29 de octubre de 2013

"Hija, como tú"

Muchas veces odio el móvil con todas mis fuerzas. Me acuerdo de cuando no teníamos móvil, no estábamos permanentemente conectados con todo el mundo e internet era algo que existía pero no sabíamos muy bien para qué. Eso ya da igual porque hoy en día vivimos pegados a un smartphone y con el cargador en el bolso por si acaso nos quedamos sin batería.

Sin embargo, por otro lado, qué haría yo sin móvil, tanto por mi negocio como por mi madre. Mi santa madre, que se está ganando el cielo, lo que tiene que aguantarme. Con la que mantengo horas y horas de conversación sobre lo divino y lo humano. 

El otro día me contaba que había escuchado por la radio un programa en el que entrevistaban a varias empresarias, en el que contaban sus experiencias, buenas y malas. Lo difícil que son los comienzos, lo que hay que luchar, que todas habían pensado en tirar la toalla, pero que al final habían conseguido sacar adelante su proyecto.

A continuación, mi madre, que se nota que es mi madre, me dijo: "Hija, como tú, porque tú eres empresaria, ¿no?" Se hizo el silencio durante tres segundos, que por el móvil ya sabéis que son una pequeña eternidad. "No, mamá", le dije, "Yo soy una pringada". A lo mejor no tenía un buen día, pero me salió del alma. Como cuando alguien me comenta (una mujer embarazada descubre cómo su estatus de futura madre es una invitación a que todo, pero todo el mundo, opine y comente con la verdad absoluta por bandera) que no tuvo que comprarse ropa premamá en todo el embarazo y yo recuerdo (como buena pringada que soy) que desde el mes uno mis pantalones me apretaban a muerte y tuve que salir pitando a por un bonito par de vaqueros con cintura-faja extensible.

Más que empresaria, yo diría que soy la mujer orquesta, intentando que por lo menos la flauta emita un sonidito. Aquel día seguramente estaba más cansada de lo normal, porque una barrigota de siete meses y medio se va notando, y mucho. Lo de querer "cerrar el chiringuito" fue como una revelación. Aunque no se diga mucho, ya que en esta vida todo tiene que ser éxito y buenas caras, perfección y mundos de piruletas, es un sentimiento "muy de emprendedor", y no es nada extraño: el camino es muy duro, y no hay moral que resista los vaivenes del día a día sin flaquear. 

Y como todo emprendedor está hecho de otra pasta, como poco, resistente, sigue adelante porque compensa. Porque es tu proyecto, crees en él, tienes ilusión, pasión y ves una progresión, aprendes día a día, de lo bueno y de lo malo, creces como persona y como profesional, y ves resultados. Poco a poco pero ahí están. Y ese "ver el lado bueno de las cosas" también es un sentimiento "muy de emprendedor".  

  Mi propio móvil dándome buenos consejos :-)


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